ya no soy consumidora, soy creadora de contenido. no tengo tiempo para ver el contenido de los demás. tampoco tengo tiempo para hablar con mis amigos porque cuando tengo un hueco, ya estoy demasiado cansada de mirar la pantalla. me paso horas con el móvil: creando vídeos con gancho, redactando copys de valor y ayudándome de mi asistente Chatgpt. revisando las visualizaciones y los me gustas del último vídeo que subí, grabando stories para conectar con mi audiencia. reviso el apartado de “Bienestar digital” dentro de los ajustes del móvil: ayer 7h y 22 min, anteayer 8h y 17 min. casi una jornada laboral, no? bueno, al menos estoy “trabajando”, lo pongo entre comillas porque no siento que esté trabajando. y la aplicación por excelencia que se lleva la mayoría de mi tiempo, cómo no, Instagram, con una media de 2-3h al día. y no te cuento también las horas que me paso pegada al ordenador. diría que paso más tiempo mirando una pantalla que a la propia vida.
estoy cansada del marketing y por eso estoy aquí.
al principio, la cuenta que uso ahora en Instagram se llamaba La autoterapia de escribir. la creé en 2020, en plena cuarentena, porque lo único que hacía era escribir y escribir (para no sentirme tan sola supongo). solo compartía textos, poemas, frases, ilustraciones. la usaba como cuenta secundaria (en ese momento, tenía otra principal). pero como todo, la cuenta fue evolucionando. empecé a subir fotos mías ya que abandoné mi cuenta principal. podía pasarme meses inactiva. Instagram había cambiado su algoritmo y el contenido de carácter introspectivo e intenso ya no parecía interesar tanto a la audiencia. poca gente se paraba a leer un poema en medio de un mar de reels de 15 o 30 segundos muchísimo más interesantes. Instagram no es un sitio para dar valor a tus poemas, eso me dije. y, poco después, le di el valor que merecían juntándolos en mi primer libro, 1:11.
y claro, desde entonces, y sobre todo en estos últimos meses, me he dedicado en cuerpo y alma a expandir el mensaje de mi libro (vaya, a intentar venderlo). empecé diciendo que yo no quería crear contenido de 15 segundos formato TikTok así que me abrí un canal de YouTube. pero, tras mucho resistirme, me rendí. ahora era yo la cara bonita que se ponía delante de la cámara a decir su primera frase con gancho. mierda, caí. es por un propósito mayor, intento decirme a mí misma.
realmente a veces me lo paso bien grabando, tampoco es tan horrible. de hecho, ya no me apetece subir ningún post escrito en Instagram (creo que estoy traumada). me causa muchísimo rechazo porque sé que ese post no llegará a la gente (aunque confío en que siempre lo ven quienes tienen que verlo).
la cuestión es, que hace mucho que no escribo por escribir. ahora escribo para “trabajarme”, para hacer un copy interesante o crear el guion de mi próximo vídeo. no por placer, no por diversión, no por pura necesidad de escribir sin más.
escribir por escribir, ¿qué es eso?
llevo escribiendo desde los 8 años y hace tiempo que no sentía esta libertad. escribir sin un fin. volver a escribir como aquella niña de 8 años que tan solo tenía la ilusión de ir a buscar la llave de su diario (la tenía escondida en el interior de un unicornio, de peluche obviamente) para abrir el pequeño candado dorado y sentir esa satisfacción y esos nervios, como si todo un universo se abriese ante ella en ese papel, como si lo que fuese a escribir ahí dentro fuese “prohibido” y nadie, absolutamente nadie, pudiera verlo jamás (spoiler: el unicornio no hizo bien su trabajo de guardallaves y mi madre acabó leyendo mi diario, pero eso es otra historia).
si te soy sincera, lo mejor que podría haber pasado es que mi madre lo leyera. sí. gracias a ese evento catalizador (y todo lo que vino después) tú estás leyendo esto ahora.
yo he venido aquí a sacrificar mi intimidad. la Irene que escribió eso hace unos años se pasó un poco de intensa pero así es. el mundo no tiene sentido si no comparto mi vulnerabilidad. yo no he venido aquí a esconderme. no quiero compartir historias de ficción, yo quiero compartir lo crudo de la vida, tal cual me pasa, tal cual lo siento y pienso.
y en este espacio, vengo para recuperar lo que hace años perdí: mi diario secreto.
perdón pero es que solo me viene a la cabeza Bad Bunny diciendo Yo hago lo que me da la gana, el conejo malo. pues algo así será este contenido esta newsletter.
hay algo de magia en empezar a escribir y no saber qué acabarás escribiendo… aquí nunca sabrás qué te encontrarás. ¿quién sabe lo que voy a escribir mañana?
Bienvenida a mi diario secreto amiga. un muack.